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Rafael Muñoz

"un descubrimiento

no lleva mil años

 

consiste tan solo en pasar

de la oscuridad

a la luz"

Bio

Rafael Muñoz Zayas, Panamá, 1972. Poeta y narrador ha publicado los siguientes poemarios: Leucemias infinitas (Virazón, Málaga, 1996), Canto del mal soldado (Ayuntamiento de Málaga, colección Monosabio, 2000). Sones de dicha (2001), este último premio de poesía Ciudad de Ronda. En 2004 obtuvo el primer premio del IV Concurso de relatos “José María Martín Carpena”. En 2006 publicó la novela Malestar (Kailas, Madrid). Tierra de provisión (Libros del aire, Madrid, 2013), Los astronautas de verdad de no regresan a casa (Editorial Pre-Textos, Valencia, 2019) y Aprendizaje (Siberiana Books, Vilnius, Lituania, 2020. Edición Bilingüe lituano-español), son sus últimos libros publicados. Parte de su poesía ha sido traducida a varios idiomas y ha sido invitado a participar en numerosos encuentros literarios en Roma, Alemania, Serbia o Brasil, entre otros.

Actualmente pertenece al consejo de redacción de la revista cultural 142, colabora con diferentes medios escritos y desarrolla proyectos culturales en el ámbito privado y público.

La paz inmensa de la piscina (TÉCNICAS AVANZADAS DE ESCALADA, LIBRO)

 

Ahora

cuando el calor es un puercoespín que se acerca despacio entre las yucas

y el césped cortado por la mañana no ha curado sus heridas

nos miramos en el agua

 

me abrazas como una cuerda trenzada alrededor del escálamo

que sirve de amarre a una barca

 

tus piernas me cercan

tu pelo mojado es

punta de los dedos

 

un búho nos observa desde el olivo

 

sombras chinescas bajo esta luna

 

las hamacas vacías

 

y nadie hay en la noche

salvo nosotros

 

y nada hay en la vida

 

este instante

 

nosotros.

Hijo de príncipe  (UN VERANO MEJOR, LIBRO)

 

Un día le pregunté a mi padre

tocando con la punta de mi pequeño dedo índice

qué era aquello que tenía en medio de los ojos.

Al tacto era duro y rugoso.

 

Mi padre podría habernos dicho

que aquello era una verruga,

un lunar,

una malformación que brotaba de su frente.

 

Pero llevaba años preparando su respuesta:

No os lo he contado nunca,

pero una vez cuando tenía tu edad,

escapé de casa cuando un circo

pasó cerca de la finca de vuestro abuelo.

 

Por aquel tiempo los circos eran

tribus nómadas de artistas apátridas,

con homicidas inesperados que se ocultaban

de mujeres con vocación de serpiente

y de hombres que amaban el riesgo

y apetecían la muerte.

 

Mi padre contaba que halló refugio

en los bajos de un carruaje.

Llegaron a Sevilla

 

Era un tiempo mítico de camiones Citroën

y carretas arrastradas por bueyes.

 

Allí le descubrieron.

 

El jefe de aquel circo

le dijo que era hijo de un marajá,

pero que él prefería la vida que ofrecen las carpas,

los payasos tristes, las mujeres barbudas,

los equilibristas rotos, los domadores muertos,

el mentalismo.

 

Pero mi padre tuvo miedo y quiso volver a casa

y el hijo del marajá le prometió

que lo transformaría en un príncipe egipcio

y con sus poderes mágicos

puso una esmeralda en medio de sus ojos.

 

Mi padre me llevó los dedos hasta ese lunar,

pero yo sentí el verde pulido de sus caras.

 

Y desde entonces mi padre fue para mí

príncipe de todos los egipcios.

 

Espero la heredad, algún día, de su reino.

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